Por el título, parecería que voy a hablar de perros. Y sí, hablaré de ellos, pero no son el tema principal. Son, sin embargo, el ejemplo perfecto para lo que quiero compartir.
A diferencia de muchas personas, yo tengo una relación excelente con los perros. Aunque durante años no tuve ninguno, desde 2012 he convivido con varios. La pandemia de 2020 me obligó a juntar perros de tres casas diferentes, y actualmente tengo cinco perros, cuatro míos y uno de mi hija cuando la rescaté de su mamá, más un gato. Eso sí, no vuelvo a tener gato. Antes tenía dos perros en cada casa pero tuve que juntarlos por la pandemia.
Pérdidas y llegadas
En el último año, desde abril, murieron tres perros pequeños con los que conviví durante diez años. Una ratonera chihuahua que tuve desde los 15 días de nacida, un schnauzer que murió de viejo a los 12 años, y su hija que murió por tragona a los 11. Para reemplazarlos llegaron una chihuahua de San Luis Potosí que, por decirlo decentemente, no es muy lista, de un año. También un perro de menos de un año tipo Daniel el Travieso, y una especie de Jack Rusell Terrier callejera que se llama Safari, que fue abandonada y ayudé al veterinario a rescatarla.
Así que de momento tengo una cocker de 12 años que nació literalmente en mi casa al ayudar a una amiga, una schnauzer de 13, tres perros de menos de dos años, a ) Dante, el perro tipo pastor inglés de mi hija b ) La chihuaha Galleta c ) La Jack Rusell Terrier Safari y el gato, también de mi hija.
Hasta marzo del año pasado, los cinco perros estaban muy tranquilos. Solo a la de 13 le gusta pasear. Hace unos dos meses, mientras no estábamos en casa, el perro grande tiró un mueble que le cayó encima a la cocker. Hasta el veterinario fue, aunque no fue nada más que el susto.
Pero entonces la chihuahua, Galleta, que lleva conviviendo más o menos un año, empezó a atacar sin motivo a la cocker. Supongo que la vio débil. Resultado: la dejamos en otra área de la casa.
Como a los cinco días de eso, se encontraron Safari, la que llegó hace tres meses, y la chihuahua. Galleta trató de pasarse de lista con Safari. Safari le puso una paliza.
La respuesta de la familia
En la casa todo el mundo considera a Safari y a la cocker como mis perros. Así que mi esposa me dice que hay que regresar a Safari al veterinario. Le dije que sí, pero que siendo justos, ella se defendió de la agresión de la chihuahua. Así que dije que según yo había que regresar también a la chihuahua a San Luis Potosí, porque ella es la que empezó el lío. Safari solo se defendió.
Actualmente tengo separados en tres grupos a los animales. Grupo uno: el perro pastor inglés, la schnauzer y la cocker. Grupo dos: Safari, que me avisa cuando quiere ir al baño y la paso al área de los otros tres para que vaya. Y tercero, la chihuahua que está en su camita cerca de la puerta, avisando cuando pasa una mosca. Mis vecinos me deben odiar, aunque en realidad no se quejan porque en el edificio hay unos quince perros, yo creo. Mis vecinos de enfrente tienen uno (Kada, super cariñosa) y otros tres el de la puerta junto de y dos el de mi derecha.
La parte importante es que Safari y la chihuahua están encadenadas pero con comida y cómodas. Safari avisa y la suelto. Por cuestiones personales no estoy casi saliendo de casa. Los voy a sacar en cuanto tenga tiempo.
Lo que los perros nos enseñan ? He tenido muchos perros a lo largo de mi vida. Uno de ellos era un labrador de pura raza, que pienso reponer. Una raza super tranquila. Los labradores negros son inteligentes, y el valor de la raza baja cuando hay padres agresivos, que son de color plata o chocolate. Literalmente baja como al 20% el valor. Piensa en eso: la agresividad devalúa.
En 1988 teníamos en casa dos pastores alemanes. Muy tranquilo el perro. Eran hermanos de un año. Pero un vecino agresivo soltó a su alaska y lo mandó contra mi novia adolescente. Mis perros se dieron cuenta, salieron a toda velocidad de la casa y lo mataron en menos de quince segundos. Y cambió el carácter de mi perro, para bien.
Otra historia: una perrita akita que tuve, a los tres meses le puso una paliza a un rottweiler de vulcanizadora. Acabó en un rancho ella por otras razones, pero hay perros que no atacan pero se defienden.
Una cocker en el año 2001-2002 estaba muy fuerte por comer chuleta, pasta y croquetas, e incluso la veterinaria tenía problemas para agarrarla, no por inquieta sino por su fuerza.
La lección de Galleta y Safari
Aunque muchos protegen a los débiles, la realidad es que la chihuahua Galleta se ganó estar encadenada y aparte. Y qué puede hacer una chihuahua, literalmente no tiene nada que hacer contra los otros. Estaba muy tranquila hasta que empezó a pasarse de lista. Varios de ellos no han sido atacados, así que no han reaccionado.
Pero la perra Safari no es que sacara premio, pero tiene ahora su cama sola, agua y comida propios. ¿Por qué? Porque se defendió. Y Galleta seguro que se lo piensa dos veces antes de meterse con ella otra vez.
Mi propia experiencia con la agresividad es extraña. Evito no contengo. Sé defensa personal lo suficiente para defenderme de dos personas armadas, o tres con suerte. Por ser observador he evitado peleas al máximo, pero tengo entrenamiento de defensa personal y muy buenos reflejos. A los 53 años uso la violencia solo cuando es necesario.
Nunca he tratado de tomar lo que es de otros o atacar a los débiles. Tampoco agredo a nadie, pero respondo de manera proporcional con brutalidad progresiva. Hay personas que no creen que sepa defensa personal hasta que ven algo de reflejos.
Por ejemplo, hace unos años uno de sistemas de un cliente robaba toners, se me puso agresivo y me mandó un correo agresivo. Solo le contestó el contacto por correo: «Aguas porque Alfonso sí te parte la madre». Y eso que el tipo era jugador de futbol americano de 27 años, 15 centímetros más alto y 20 años más joven. Pero no tenía oportunidad en algo real. Al final lo corrieron por otra cosa.
La violencia es el único recurso del incompetente, decía Asimov. Pero es necesaria la autodefensa. Desde puntos de vista como El Mago de Fowles o La Naranja Mecánica, por ejemplo. Pero atacar a los demás o a uno mismo a lo tonto no tiene caso. Nunca busqué atacar a otros, pero por ejemplo, decía yo hace unos años, qué logro tendría quitarle dulces a un niño.
El mundo real funciona como una casa con perros . Me encuentro entonces en un asunto del mundo real donde flojos, ventajistas y agresivos están aislados y encadenados. Mis capacidades de trabajo son como poner la comida a los perros. Quizá estoy en una prisión en el sentido de que nuestra libertad es escoger nuestra prisión, diría la película Por Nosotros Dos, de Catherine Deneuve.
No creo que dure mucho la persona que fue mi jefa en el cliente de los monolitos. Cuando estaba aislada, con debilidad, era por ser agresiva a lo tonto. Yo en lugar de eso llevaba café, era puntual, hacía muy bien mi trabajo y cooperaba con todos. Siempre he sido jefe de hecho, y probablemente en ese lugar me consideraban el segundo al mando.
Pero nunca me ha pasado que traten de encadenarme. Y he visto cómo personas como esa jefa que se pasaba de lista con todos y me pidió cometer un delito, que no hice, acaban aislados y encadenados. En el más puro estilo chihuahua.
Los perros no mienten. Dentro de lo posible , no tienen agendas ocultas ni dobles intenciones. Como no tienen motivaciones económicas y no hablan, no se meten en problemas innecesarios. Defienden su espacio y propiedades. Cuando una chihuahua ataca a una cocker vulnerable, cuando una Jack Terrier se defiende de una agresión, cuando dos pastores alemanes protegen a una adolescente de un perro que fue mandado a atacarla, están mostrando algo fundamental sobre la naturaleza de la agresividad y la defensa.
La agresividad gratuita siempre termina aislada. La defensa proporcional gana respeto. Y la cooperación, la competencia y la capacidad de defenderse cuando es necesario, te mantienen libre.
Galleta está encadenada. Safari tiene su propia cama. Y yo sigo llevando café, siendo puntual y haciendo bien mi trabajo. Cada quien escoge su prisión, o su libertad.