No me interesan los coches, pero tiene que ver con el argumento y cosas que estoy observando de medios de transporte y de producción
Cuando yo era joven, mi padre siempre tuvo dos coches de los de tipo lámina. El más conocido era un Duster 74 (del mismo tipo del Superbee pero con 6 cilindros), y aprendí a manejar en ese y en un coche secundario, un Ford Mustang Mach 1 con máquina 351 Windsor. Literalmente nunca le vio el caso a comprar un coche diferente o más moderno.
De los coches que recuerdo de sus parejas sentimentales, estaban un Ford Galaxy LTD 1980 y, allá por el 86, un Dodge Dart 81 (no estoy seguro), que justamente es el que años después hizo mierda (perdón por el francés) un hermano de la madre de mis hijos cuando ella se lo prestó sin mi permiso, y fue directo a la venta por kilo por el estado del motor.
En sus últimos años, mi padre salió con una persona que tenía un Topaz. A ojo, creo que era un Topaz 1994, y cuando murió mi padre el coche era suyo porque la dama se compró un Stratus y mi papá compró el Topaz (dejemos el tema…).
En resumen, a mi padre le conocí unos cinco coches en 30 años. Algunos los heredé yo (comprándoselos) y otros los vendió. Para él era muy importante la idea de que uno debe entender que cada coche es diferente. Por ejemplo, no quiso enseñarme a manejar hasta que estuvieran dos coches disponibles: uno que se inclinara levemente a la izquierda y otro que se inclinara levemente a la derecha. Mejor manera de entender que los coches eran diferentes no había.
Un poco antes de salir de Guadalajara compré a buen precio una camioneta Ram Charger, que después vendí al llegar a México. Hubo también un Dodge Dart K (pérdida total y no culpa mía; salí ileso de un choque con un Ford Lobo que aceleró al salir de una curva).
Pero de 1995 a 2002 calculo que tuve como 15 coches diferentes de los que yo era el único dueño. Resulta que en esa época muchas personas sacrificaban lo que tenían para hacerse un sistema de software, lo que se llama sistema de gestión, y me pagaban a veces en especie. Yo aceptaba el coche para venderlo, les daba el dinero si se vendía y con eso me pagaban; si no, tenían la deuda. De ese modo, además de los coches que saqué de agencia por el trabajo (historia larga, pero en un trabajo retiraba de agencias Pontiac Sunfire, Ford Escort, Mystique Ford), literalmente ODIABA sacar un Escort de agencia porque el cambio de velocidades lo llevaba a 60 y a 110 km/h, y como yo tenía que llevar esos coches a provincia con computadoras, tenía que cambiar mis hábitos de manejo. Básicamente en esa época tuve dos coches fijos: un Phantom 89 y el Dart 81, en perfectas condiciones. Aunque tuve brevemente un Pontiac Sunfire de agencia, propio, decidí no conservarlo, y no por dinero.
Hay tres eventos que son relevantes para lo que sigue:
- en 99 o 2000 Recibí un préstamo-prestación de trabajo que fue un Pontiac Sunfire, para pago en mensualidades cómodas. Una o dos semanas después se me acercaron en un alto, a las diez de la noche en el cruce de Insurgentes y Baja California, un montón de vagos de clase media (hijos de papi agresivos, borrachos buscando pleito a mis 29), lo que hice fue echarles el coche encima, se quitaron y me pasé el alto. Unas dos semanas después, un compañero de trabajo estrelló al sacar de agencia un Pontiac Sunfire tratando de hacer lo mismo que yo. No había otro disponible; lo mejor que se pudo hacer fue que yo ofreciera regresar mi coche y dárselo al gerente para quien iba el chocado.
- En otro momento de 1999 me pagaron un sistema simple de unos 1800 USD con un Datsun super económico de gasolina, que vendí en menos de 36 horas, y se lo quería quedar la familia de mi prometida. Increíble la poca gasolina que usaba, porque sí se usó mucho ese día, pero me sentía como en un triciclo.
- Después de que me separé en 2008, no compré otro coche hasta años después, ya con mi esposa. Igual no fue algo nuevo, fue un Stratus, y años después un Seat Córdoba y una camioneta Toyota. Literalmente la compré para la empresa, no me acuerdo si era Dakota o Hilux, y con la pandemia no había necesidad de coche, así que aproveché que se pudieron vender a un precio decente y pagar liquidaciones de empleados. De momento no tengo coche.
Mi tipo de trabajo desde 1991 no requiere un coche, requiere computadoras y cerebro. Vivo en unos edificios muy seguros, pero con problemas de estacionamiento. Literalmente el 95% del tiempo que viví aquí con coche, dejaba el coche en una pensión. En la época actual, si quisiera enseñarle a mi hija a manejar compraría un Nissan March automático, y en lo personal me gusta mucho la camioneta Toyota Avanza, que de momento no necesito.
En México, una fábrica de lo que sea lleva mucho uso de recursos. Casi todos los negocios productivos son de comida, y el calor de estar cerca de un horno acaba dañando tu cuerpo. Por lo mismo, lo mejor es, en la medida de lo posible, para mí como creador, crear con mi mente.
En el materialismo dialéctico se habla de ser los dueños de los medios de producción. Para muchos su coche es un medio de producción y distribución; no para mí, es secundario. No uso Uber, uso taxi o transporte público de momento. No necesito más. Llevo en mí el medio de producción.
Desde 1992 tengo por lo menos dos computadoras, una en uso y otra de reserva. He comentado de videojuegos y eso lo he aplicado a simuladores económicos; de momento los dos mejores son EVE Online y Factorio desde el punto de vista de producción, pero es un poco extraño porque Factorio no te lleva a ninguna parte y no puedes compartir nada. Lo mismo que los juegos de escape y supervivencia.
Si estás en una zona del mundo real de hielo, no vas a tratar de hacer cosas de fuego. Y EVE Online solo maneja armas y naves. En cierto modo, casas con un margen de beneficio mínimo que te pueden destruir y que es difícil vender.
Así que de repente me pasa que compro en EVE algo por un contrato y hay una cantidad impresionante de materiales de construcción. Y puedo tratar de venderlos o hacer algo con ellos, y eso no me deja otro remedio que hacer armas o municiones. Otro problema es el volumen. Cuando compras tres millones de metros cúbicos y solo puedes moverlo seguro en paquetes de 62,500, es mejor reducirlo a otra cosa. De momento encontré que convertir 200 mil metros de materiales a 7,000 metros de municiones a lo largo de un mes tiene la ventaja de subir el valor en un 33%.
Es un poco como el Datsun mencionado.
En EVE tengo unos 20 pilotos industriales. Así como tengo varias computadoras, en EVE puedo tener varios pilotos conectados a la vez y hacer una labor de equipo, similar a solear un dungeon de Warcraft con cinco cuentas.
El problema es que del año 2020, con algo llamado Scarcity, destruyeron en EVE todas las posibilidades de construir naves. Incluso de conseguir minerales. Y cuando tienes el juego pagado por diez años, pues tratas de ayudar a otros: que si hay una oferta de minerales, la compras; que si hay una oferta de filamentos, la compras. Y de momento me enfoco en convertir en algo más útil y preferentemente que ocupe menos espacio. Es algo parecido al Datsun en el sentido de que salió como resultado de mis actividades anteriores.
Durante años, lo que hice fue construir unas naves llamadas freighters. Esas naves valen un mes de suscripción, pero ocupan mucho material. Con unos cambios que se hicieron hace unos años, dejó de ser buena idea convertir los materiales en freighters. Ahora resulta mejor hacer municiones. No es tan ético, pero las reglas del juego cambiaron.
El dilema ético principal se tiene que llevar en dos capas y explicar qué pasa en USA. Hace unos meses leí de un tirador demente que empezó a disparar en la zona de comida rápida de una plaza. Un joven de 19 o 20 años que estaba con su novia se levantó, sacó de su espalda una pistola escuadra, le metió cinco tiros al atacante incluyendo dos en la cabeza, puso la pistola en el piso, manos en la cabeza y esperó a que llegara la policía. La dama está viva por eso, y él también. Es la segunda enmienda de Estados Unidos. En México no existe esa ley, pero si existiera igualmente tendría licencia de portar armas (que no tengo armas y no las necesito en México). Las primeras armas fueron creadas para defensa de invasores de otras especies, o de humanos de otros grupos.
Es autodefensa. Las armas están en mi cabeza y en mis manos. Pero si más personas tuvieran acceso a armas, sería necesario tomar precauciones para defender a mi familia. O si hubiera hienas u osos que entraran a un bosque apocalíptico.
Si no hubiera supermercados en el mundo real, probablemente criaría pollos por carne de pollo y huevo, y probablemente tendría que usar algún tipo de defensa contra zorros, gatos sin casa o demás. En EVE existen extraterrestres NPC que te atacan. Incluso puedes ir a lugares como los abisales contra enemigos pesados, como el Skybreaker. Y allí es ético defenderte. El problema es que el exceso de producción de municiones me lleva a venderlas; usando un símil, ayudar a otra persona con algo quizá va a hacer que a lo largo de la cadena de valor alguien se pase de listo y use esas armas para atacar a otros. Como el mundo real. Y el problema en EVE es que hay un porcentaje muy pequeño de jugadores agresivos y quizá las municiones vayan allá. O quizá alguien pueda defenderse de ellos con mis municiones. Pero por lo menos, de momento, es raro que me ataquen desde hace unos diez años. Tanto en el mundo real como en el virtual, prefiero ser austero, usar lo eficiente sobre lo vistoso. Prefiero usar un Seat que un Pontiac Sunfire, y prefiero usar un Corax (2 millones) que un Golem (1,237 millones).
Lo único que puedo hacer yo es tratar de ayudar a otros dentro de la cadena de valor, sea el juego o el mundo real. Igual que el Datsun. Y de ser posible, entrenar mis pilotos industriales para ayudar a terceros.
Hay un problema entonces parecido al cuento de «El inventor», de Charlas con un diablo, de Ouspensky.
Así como los parásitos se acercaban al Pontiac en Insurgentes, o la secta Kinam quería mis números de placas, lo mismo pasa con naves grandes en el juego. Parásitos.
Al final, tanto el Datsun como las municiones de EVE representan lo mismo: recursos que transformo usando mi único medio de producción real – mi mente. Y en ambos casos, el dilema ético permanece: ¿hasta dónde llega mi responsabilidad en la cadena de valor que inicio?
Me sentí muy contento el tiempo que hacía Freighter con mis pilotos. Pero el clima del juego cambió. De momento lo único que puedo hacer útil y que no me cree otro problema, son municiones. Es una decisión práctica. La otra opción es no ayudar a nadie, ver una devaluación en el juego o el mundo real y encerrarme en mi caparazón. Pero no le sirve de nada a nadie.
En el mundo real no me interesa el dinero. Vivo de programar desde hace 33 años porque es mi medio de producción natural. En EVE llevo jugando unos diez años y he acumulado el equivalente de 70 años de suscripción generados al aumentar la cadena de valor en tratos justos. Solo en materiales como los mencionados tengo guardado un año completo en términos de valor de juego. ¿La diferencia entre vender el Datsun y fabricar municiones en EVE? Ninguna fundamental. En ambos casos transformo recursos usando mi mente, participo en cadenas de valor que no controlo completamente, y trato de actuar con algún sentido de responsabilidad. El medio de producción siempre ha estado aquí, en mi cabeza.
No es lo mismo ser un piloto alpha de preparatoria que un programador con 33 años de experiencia y ocho cuentas omega ya pagadas por años. Puedo volar ocho pilotos a la vez y ayudarme a mí mismo y a los demás. Debo hacerlo; dejar de ayudar a otros sería inmoral. Lo mismo con mi capacidad de programar y detectar fraudes.
Y además de los industriales que están convirtiendo cinco millones de toneladas, uso las municiones que puedo para enfrentarme, con mis pilotos capacitados. Elegí enfrentarme a los Skybreakers.