Uno de los libros que en su momento me resultó UTIL, para verificar que las ideas clásicas del deber versus la felicidad no eran referentes a un humano en especial, sino algo inherente a nuestra especie, fue la Teoría y la praxis, transcribo un fragmento, pero las ideas son evidentes,
http://www.google.com/#sclient=psy&hl=es&source=hp&q=%22Por+consiguiente+la+voluntad+que+se+rige+por+la+m%C3%A1xima%22&aq=f&aqi=&aql=&oq=&pbx=1&bav=on.2,or.r_gc.r_pw.&fp=2cab25bd610285b
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Por consiguiente la voluntad que se rige por la máxima
de la felicidad oscila entre móviles acerca de lo
que debe decidir; pues apunta al éxito y éste es muy
incierto; hay que tener una buena cabeza para zafarse
de la presión de las razones en pro y en contra y
no engañarse en el balance. Por el contrario, cuando
la voluntad se pregunta cuál es en este caso el deber,
de ningún modo se turba acerca de la respuesta que
ha de darse a sí misma, sino que en el acto está segura
de lo que tiene que hacer. Aún más, si el concepto
de deber tiene para ella algún valor,
experimenta incluso un disgusto ante el solo aventurarse
en el cálculo de las ventajas que podría procurarle
su transgresión, exactamente lo mismo que si
en este caso tuviera aún la elección.
Por tanto, que estas diferencias (que, como se
acaba de mostrarlo, no son tan sutiles como lo pretende
el señor Garve, sino que están inscritas en el
alma del hombre con los trazos más gruesos y legibles)
se pierdan totalmente, como él dice, cuando se trata
de la acción: he aquí lo que está contradicho por la
experiencia de cada uno.
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En resumen, el hacer es muy diferente a soñar, y cuando sabes lo que es correcto lo demás es muy simple.